





Apenas me pude sentar a escribir una segunda carta para este viaje y mañana me voy de Guatemala.
Llevo 23 días en este país y han sido de las mejores de mi vida. Tal vez por eso no hubo mucho tiempo de sentarme con la laptop a escribir. Para lo que sí hubo tiempo fue para escribir en mi journal y llenarlo de papelitos, recuerdos y stickers que me voy encontrando en el camino. Luego subiré foto de eso porque tengo páginas enteras que compartir.

Viajar sin trabajar y por tantas semanas, no es tan fácil como esperaba. Te pone una presión extra de hacer cosas a diario porque te entra la culpa cuando crees que no estás aprovechando cada segundo, pero a veces el cuerpo y el tiempo no dan para todo.
Coincido con gente en hostales que va y viene, y sus rutas duran meses por Latinoamérica. No trabajan, solo viajan. Ahorran y después viven con eso. A pesar de que convivo diario con personas así, sigo sin entender cómo lo hacen. Esa parte sigue siendo un misterio.
Pero ese no es el punto de esta carta...

Esta carta la escribo desde la selva de Petén. Hace el peor calor que había sentido en años y los guatemaltecos dicen que esto no es nada. Mi admiración total se queda con quienes caminan estas selvas y nos las muestran como parte de su trabajo. Quienes, bajo el rayo del sol, comparten todo lo que saben a pesar de llevar haciéndolo por más de diez años.
Si les soy sincera, Guatemala se convirtió en uno de mis países favoritos.
Decir que es mágico suena cliché, pero cuando la naturaleza te acompaña y te deja ver luciérnagas, te enseña sus estrellas antes de regalarte los amaneceres más coloridos, cuando su cacao te hace sentir que tu corazón se expande, cuando nadas como una sirena y a la altura de tus ojos hay volcanes, cuando escuchas cómo la selva se despierta con aullidos de monos que suenan como jaguares, cuando nadas dentro de grutas y saltas por cascadas, cuando presencias las ruinas de quienes pisaron antes que nosotros estas tierras y alinearon sus pirámides con los astros, cuando tus ojos ven los colores más saturados y vibrantes en los textiles elaborados por manos ancestrales, cuando escuchas idiomas mayas que te recuerdan que vienes de visita pero que tienes la responsabilidad de ser un turista con empatía, no hay otra palabra para describirlo más que mágico.


Guatemala tiene una personalidad y un carácter que me impresionó cada día que amanecí aquí. Hay tanto que quiero escribir y voy a hacer artículos para cada una de estas cosas. Se pueden suscribir aquí para que les avise cuando publique cada uno:
Artículos que tengo pendiente escribir:
- Clase de textiles de cintura en la casa de dos mujeres mayas en San Juan La Laguna.
- Lectura de Nawal y ceremonia maya con temazcal.
- Ceremonia de cacao en el corazón del lago Atitlán.
- Yoga, cacao y danza estática en presencia del lago y los volcanes.
- El mejor lugar para nadar viendo a los volcanes en el Lago Atitlán.
- Donde las ceremonias y los textiles mayas siguen vivos junto a los sincretismos: Chichicastenango.
- Vivir en la selva, nadar en pozas turquesas y saltar en cascadas dentro de cavernas: Semuc Champey.
- Visitar las ruinas mayas más impresionantes dentro de la selva al amanecer y atardecer: Tikal, Yaxhá y la isla de Flores.
- Los mejores lugares y platillos, y los conventos que no te puedes perder en Antigua + el volcán que se escondió para que regrese.
- El mejor itinerario para conocer Guatemala en tres semanas.
Los voy a ir escribiendo y publicando poco a poquito, así que estén pendientes por aquí.
Todo esto es solo una probadita de todas las maravillas que hay por ver en Guatemala.
En mí vive una gratitud por saber que todo sucede de maneras perfectas: La gente con la que me ha tocado coincidir ha sido extraordinaria. Hay quienes cruzan palabra conmigo un día y tal vez no pase de un follow en Instagram, y hay quienes sus historias se quedan conmigo. Amistades de dos días que se sienten como de toda la vida. Pláticas que despiertan en mí todo lo que necesitaba y hacen que se me olvide el cansancio. Amigos que sé que me quedan en todas partes y que ellos tienen un lugar a donde llegar en México, aunque piensen que lo digo de broma.

A quien me acompaña en este viaje, también. A los y las chapines que me apapachan cuando escuchan que soy mexa. No tengo más que gratitud por este lugar que por tanto tiempo ha pasado desapercibido.
Mochilear y seguir viajando por este lado del planeta en el que tengo la fortuna de haber nacido, me llena de inspiración.

Muchas personas me preguntan si me siento segura viajando así (y yo también le hago esta pregunta a las personas que conozco mientras viajan). Mi respuesta es "sí". Dejando a un lado la parte obvia de que hay que ser prudente y cuidar tus cosas como lo harías en cualquier lugar del mundo, creo que hay algo más grande que nos protege a quienes caminamos con el corazón en las manos y unos ojos curiosos que mueren de ganas de aprender del mundo. Hay algo más grande que cuida a los viajeros que, con todo y miedo, empacan poquitas pertenencias y hacen algunos sacrificios porque su hambre de vivir es mucho más grande.
Tenía rato que no me sentía tan viva. Mi vida lleva más de un año sin dejar de parecerme la más extraordinaria de todas. A veces me cuesta trabajo creer que esta es mi realidad. Que vivo la vida de mis sueños. Que yo la elijo y ella me elige.

La vida que tengo es la relación más bonita que he construido. El hogar más precioso que pude haber imaginado y que va conmigo, aunque hay veces que la soledad, me alcanza el paso. También he aprendido a vivir con ella. Deja de estorbarme. La escucho y me hace la plática.

En otras ocasiones he sentido que viajo escapando de algo, esta vez es distinto. No me pesa saber que voy a regresar a casa, pero vivo cada segundo del viaje sabiendo que esta experiencia es prestada. Que los buenos ratos son coleccionables pero no infinitos. Que mi vida está construida de estos recuerdos llenos de colores, aventuras, culturas e idiomas pero requieren de mi atención plena para poder inmortalizarlos.
Así que con esta carta solo quiero decir que, si tienen algún rincón del mundo pendiente por ver y su corazón no aguanta las ganas de ir, se animen. Que si hay un plan que tienen ganas de hacer desde hace tiempo, lo hagan, aunque nadie más los acompañe. Soy fiel creyente de que la vida te recompensa por ser valiente, por seguir tus sueños y por atravesar la incomodidad que viene con ellos. Yo siento que no paro de recibir y que a donde voy a abundan las situaciones que me sorprenden. Como si mi amor por lo que veo fuera magnético y solo atrae más cosas lindas.
Les mando un abrazo grande desde Guatemala. Mi siguiente carta la mandaré desde Belice, probablemente.
Acuérdense de dejarme su correo aquí si quieren leer todos los artículos que voy a publicar. Quienes se perdieron la carta pasada, aquí se las dejo. Gracias por leerme.
Con amor,
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