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Ana Sofía M.

No sé para qué escribo. Polaroids con escrito #13



No sé para qué escribo.


Escribir se siente como hablarle al vacío.


Asusta pero a la vez es un alivio.


A veces me importa más que otras. Entra a mí un miedo de que nada de lo que hago tiene sentido o sirve a algún propósito, pero también eso es lo que me deja escribir sin presión.


Si a nadie le importa entonces mis palabras no vienen cargadas de pretensión, no estoy dejando que mi herida de aprobación le dé forma a mis oraciones, no le da tiempo a mi perfeccionismo de invadirme.



Sentir que escribo solo para mí llega a sentirse como una práctica terapéutica pero ahí es cuando me cuestiono: ¿cuál es la necesidad de publicarlo? Me da terror que esa motivación venga desde mi ego, pero luego recuerdo que mi ego es demasiado miedoso. Ni de broma se permite ser tan vulnerable. No dejaría que la gente leyera lo que genuinamente pasa por su mente o su corazón, ¿cierto? ¿Qué tal que alguien descubre que no tiene nada resuelto?


Nada más de pensarlo, mi ego tiene ganas de apoderarse del teclado y borrar todo esto.



Honestamente, no tengo la respuesta a esta pregunta que hago. No sé si desde mi lógica entiendo porqué escribo. Creo que mi cuerpo lo tiene más claro. Ese se mueve solito a veces y yo, más bien, ha aprendido a escucharlo. No siempre hablamos el mismo idioma, se pierden mucha información en la traducción pero estoy mejorando en el idioma.


A lo que voy es que, ese es el “blanco y negro” que siempre se aparece cuando escribo algo y presiono el botón de “publicar”. Esas dudas son las que siempre me atraviesan.


Nunca me he tirado de un paracaídas pero a veces pienso que se siente un nervio parecido a cuando te vas a aventar al vacío. Tirarse a la nada y pensar que vas a ir en caída libre por miles de metros cuando en realidad diste un salto de 10cm.


Nada pasó. Nada cambió. Nadie te leyó. El mundo no se acabó. Es más, el mundo siguió. Ya se movió, es otro día. A nadie le importó.


Y a veces, solo a veces, te avientas esos 10 cm y caes en algo acolchonado. En ciertas ocasiones, saltas y sientes como si despegaras un poquito porque hay alguien que te levantó. Hay una persona que resonó con tus palabras y no dejo que se fueran al vacío. Incluso, las guardó, te dicen que era lo que necesitaban escuchar. Qué extraña situación.


Entonces, ¿es para mí que escribo? ¿Para los demás? ¿Para ver si encuentro algo de mí en los demás?


–Tal vez todas las anteriores.


Este escrito tal vez sea para pensar en todas posibilidades sin elegir solo una. Eso me gusta más. Que algo no tenga un solo propósito es una bendición. Es camaleónico si se lo permito. Es mágico si dejo que se transforme, desaparezca, aparezca o se reinvente.


Así es como quiero que sean más cosas en mi vida. Menos control y expectativas pesadas. En su lugar, elijo la aceptación radical y hacer el espacio para cambiar, en un ciclo que vaya rotando tantas veces como se necesite. Dejar de pensar tanto y actuar conforme lo que diga el cuerpo, lo que dicten mis manos, aunque a veces no entienda el idioma que están hablando.


Con amor,


Ana Sofía


*Por cierto, está por acabar el año y lancé un workbook con preguntas y ejercicios para cerrar el 2024 y aprender a poner en palabras lo que queremos para 2025. Elegir cuál será la brújula que nos guíe a todo lo que queremos lograr.



Si a alguien le interesa, se los dejo aquí con mucho amor y vulnerabilidad. Es mi primer producto digital y le puse todo mi cariño.


Ojalá les sirva, a mí me ha funcionado mucho hacerlo todos los años.


Besos.



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